Capítulo 3
Sentí un dolor en la cabeza y estaba en mi habitación, me había caído de la cama. Si tan solo hubiese visto la cara del perseguidor en mi sueño que ahora parecía tan borroso. Me pregunté qué hora era ya que tenía que estar en la escuela a las ocho en punto, sin retrasos, para mi primer día de clases, en mi nueva escuela… me quedé pensando cuanto había cambiando todo hace un año o dos, cuando tenía amigos en mi otra escuela, lo extrañaba. Genial, ahora tenía que hacer otros amigos, y no era precisamente muy carismática o muy sociable como para considerarme popular. No me gustaban nunca los equipos de porristas, o maquillarme, o hablar de bandas de chicos idiotas que solo eran lindos, o cualquier cosa que hacían esa clase de chicas. No soy a las que les gusta salir con el equipo de chicas superficiales al centro comercial a coquetear con chicos, y a encontrarme con “mis amigos”, – “amigos”, ya que solo considero amigos a las personas sinceras que no son hipócritas, y cuando andas en algunas fiestas conoces ese tipo de personas mentirosas – o cosas por el estilo.
Mire el reloj digital de mi mesa de noche cuando vi la hora salte del susto y me volví a caer de la cama. Eran las siete treinta.
- ¡rayos! – exclamé con resequedad en la voz.
Me levante a la velocidad de un rayo a buscar la ropa más cercana posible y adaptable a mi nueva escuela – y a mí, ya que solo era una blusa gris suelta, unos jeans que había que admitir estaban muy apretados, pero se me adaptaban bien a mi cuerpo, unos Converse plateados – que eran mis favoritos – y una boina gris en mi cabeza. Me arregle rápido, debería decir demasiado rápido, pero aun así me gustaba mucho como me había vestido, y no me tuve que maquillar, como otras chicas de 16 que pasan horas ante el espejo. Bajé a la cocina a desayunar cuando mi mamá me sorprendió con un típico:
- ¡Sorpresa! – anunció Yess con voz cantarina.
- Oh vaya huele muy bien, gracias mamá.
- ¡Hoy es el día! – exclamó con algo de emoción – tomé la precaución de preparar el desayuno perfecto para hoy, tu favorito, Pan Francés de manzana.
- Gracias otra vez mamá – dije aun con comida en la boca.
Cuando terminamos de comer y limpiar, mi madre me llevó a la escuela en su auto, era un Mercedes ben plateado. Claro, no teníamos mucho dinero, éramos la pequeña familia promedio, que vivía en una casa promedio del lindo vecindario del pequeño Heauston, aunque eso no me importaba.
Íbamos llegando a la secundaria Damián Heauston – nombrada así por su fundador – y mi mamá detuvo el carro y me dijo:
- Suerte en tu primer día de clases, se que te va a ir fabuloso – me abrazó y después agregó – sin presiones, hoy solo es tu primer día, y sé que harás buenos amigos.
- Gracias, suerte en tu nuevo trabajo, te quiero mamá. – salí del auto y le lance un beso invisible.
lunes, 7 de diciembre de 2009
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